Tenía años sin viajar en carretera.
La crisis en Venezuela y la falta de insumos básicos y gasolina en todo el país, lo hacían ver como una hazaña casi impensable.
Pero este 2022, en Carnavales, organizamos un viaje entre amigos, y la verdad es que quedé gratamente sorprendida.
Bombas de gasolina abiertas en todas partes, con poca o ninguna cola. Peajes activos y carreteras en buen estado.
Ésta fue mi experiencia.
Día 1: Barquisimeto y Cubiro
Salimos desde Caracas alrededor de las 8 de la mañana, hicimos una parada en Barquisimeto, donde almorzamos en Maranello, un restaurante italiano ubicado en el C.C. Churún Merú. Ahí también buscamos unas Dey Donuts, las mejores de la zona, para los próximos días de viaje.
Seguimos el recorrido y llegamos a Cubiro cerca de as 5:00 pm. Nos hospedamos en una cabaña de estilo rústico, en plena montaña.
Cubiro se me pareció mucho a la Colonia Tovar por el clima y los paisajes. En Cubiro el plan era disfrutar del «estar» en ese lugar y con esa compañía. Cenamos parrilla a la leña, tomamos y conversamos con música de fondo. Mejor plan, imposible.
Día 2: Finca en Carora
A la mañana siguiente salimos de Cubiro, no sin antes hacer una parada técnica en un puestico local: Dulcería y Cosas de Cubiro. Comimos fresas con crema y unas mazorcas de maíz con mantequilla buenísimas. Además compré duraznos peluditos y jugosos para el camino en carretera.
Almorzamos comida caroreña-gourmet en Ajilao. ¡Qué comelona tan buena!
Seguimos a la finca en las afueras de Carora, donde tampoco teníamos planes especificos sino estar, disfrutar, conversar, tomar, y, por su puesto, comer rico.
Día 3: Carora
Llegamos y nos instalamos y paseamos por la zona colonial.
Comimos en Arenales, en El Caney de Enrique, donde el plato único es Chicharronada, pescado frito con sus contornos. Es básicamente Guabina, un pescado de río chiquitico, bien empanizado y frito, tan frito que se come hasta con las espinas.
Vimos el atardecer en «La Playa». No. En Carora no hay playa. Así le dicen a una llanura, una extensión de tierra tan grande que parece arena de playa.
En la noche, un plan más exclusivo: el Club Torres. Es el club social más antiguo de Venezuela, fundado en 1898. Por su puesto, no es abierto al público. La sociedad caroreña es muy cerrada y tradicional. Entramos, porque estábamos con un local.
Me gustó el estilo colonial y el respeto por la historia y las tradiciones. Había un espacio dedicado exclusivamente a las Reinas del Club, con retratos de mujeres de todas las generaciones.
Día 4: Caracas
Antes de agarrar la carretera de regreso comimos desayuno típico caroreño: arepas con carne mechada, caraotas refritas, aguacate y queso blanco. No podían faltar las tajadas. Desayuno de campeones para tener fuerza para el viaje.
El camino de regreso fue igual de tranquilo. Sin novedad. Gasolineras abiertas y surtiendo sin colas.
Este viaje me reconectó con muchas cosas, y sí que me animó a seguir viajando por Venezuela.